miércoles, 4 de diciembre de 2013

Una aventura en bicicleta y la sorpresa que no fue...


El mayor atractivo de La Colonia en los meses de verano era sin lugar a dudas, nuestras piscinas. Recibíamos visitas de nuestros familiares y amigos, que no dudaban en alargar su estancia el máximo posible. Ya hemos hablado muchas veces que no había en muchos kilómetros a la redonda un lugar donde pasar todo el día a remojo a un precio irrisorio.

Así, una de las familias, solía invitar en verano a unos amigos de Aranjuez que tenían dos hijas. Una de esas chicas, se ganó la simpatía de un grupo de amigos, que por aquel entonces rondaban los 13 o 14 años, disparando sus hormonas y consiguiendo ser el centro de atención durante todo el verano.

Aunque se daba por hecho que existía una relación entre ella y uno de ellos, la realidad era que el grupo entero estaba interesado en  ella y visto que el enamorado se comportaba de una manera un poco simple en su relación (ni palante, ni patrás) , el resto no perdía la oportunidad de evaluar sus posibilidades. Además los intrusos competidores le daban mil vueltas en cuanto a gracia y salero  al susodicho y la relación de la pareja se podría denominar como "etérea", no cuajaba ni por esas, hoy podríamos llamarla "virtual".

Al finalizar el verano, en el mes de septiembre más o menos, una vez comenzado el curso, dos de ellos, aprovechando la inactividad escolar del sábado por la tarde, a primera hora, en la bicicleta tamaño Cadete de uno de ellos, salieron hacia Aranjuez para dar una sorpresa a la moza.


El viaje transcurrió por el camino junto al margen del río dirección Aranjuez, paralelo al Canal de Isabel II, pasando por Las Infantas. No había para más, uno en la barra, haciendo esfuerzos para pesar lo menos posible e intentando levantar el culo para engañar a la gravedad, mientras el otro hacía de piloto pedaleando sin parar, aunque de vez en cuando, haciendo relevos. Ambos con el extra de motivación que les proporcionaba la posible visión del rostro de la chavala encantada con la sorpresa.


Hubo momentos de verdadera velocidad, como si fuera cuesta abajo y sin frenos, toda la energía que pueden tener los jóvenes de esa edad, concentrada en el pedaleo continuo, sin desmayo ni agotamiento, quemando los 18 0 20 kilómetros que separan La Colonia del destino que se habían fijado, la Calle del Carmen, junto a la Plaza de toros de Aranjuez.

Entraron en Aranjuez por la carretera del cementerio, felices por lo que estaban viviendo, con la vista puesta en la Plaza de toros. Un último esfuerzo para subir la pequeña pendiente que les conducía al barrio de su amiga y por fin, la meta…. 

Pero claro, no habían avisado de su visita, además no tenían ni siquiera el teléfono de la chavala para informar de su llegada. Era una aventura al voleo, a ver si… por si acaso… pero nada, no apareció ni la chavala, ni la hermana ni alguna de sus amigas…. Una gran decepción. Anduvieron por allí un buen rato, pero nada… su gozo en un pozo… había que volver y el camino no era corto.

La vuelta se convirtió en un puerto de montaña, cuesta arriba. Las energías se las habían dejado en la ida, en las rodadas que fueron dejando kilometro a kilometro, en su sueño de dar una sorpresa… había que sacar fuerzas para seguir adelante y la motivación se les había esfumado en el empeño. Tirando de estrategia decidieron que uno de ellos iría andando mientras el otro seguía adelante con la bicicleta, cuando consideraba que estaba bastante lejos, dejaba la bicicleta el el camino para seguir andando y esperando que el que venía detrás la recogiera y alcanzase al otro para volver a repetir una y otra vez esa operación…

Al fin, al llegar a la altura del puente de Añover, retomaron juntos el camino. El de la barra volvió a ocupar su sitio y el otro a dar pedales. Este último, que estaba en un curso superior al otro, para amenizar el viaje, comentaba mientras se esforzaba en pedalear para subir la cuesta hasta el cruce del camino al pueblo, lo que habían hablado en su clase de Historia con Don Natalio Cruz, la larga enfermedad del Jefe de Estado y su posible fallecimiento, la posible vuelta del Rey borbón a España, los problemas que podrían surgir por este motivo, el futuro negro que preveía… debía ser el año 73 0 74. La hora a la que llegaron no se sabe, pero seguro que al día siguiente, estaban como nuevos.

Con el paso de el tiempo, es fácil llegar a la conclusión de que lo realmente importante no fue la decepción que se llevaron al no conseguir su objetivo, sino la gran aventura que habían vivido y que 40 años después aún perdura en sus recuerdos.

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