Allá por los años 50, la dirección de la fábrica de Castillejo construyó unas piscinas en la Colonia Iberia para los obreros y familiares: una para mujeres y otra para hombres. En aquel tiempo yo tenía siete u ocho años, y ni yo ni ninguno de mis amigos sabía nadar. Pero con el tiempo, a base de aguadillas y chapuzones, se nos fue quitando el miedo al agua y aprendimos a nadar.
Años después, en las fiestas de
Años después, en las fiestas de
verano, pudimos poner a prueba nuestros progresos, porque se organizaban campeonatos de natación y saltos de trampolín, pero casi siempre ganaba Carlos Verdugo, que era un experto nadador.